“EL ALTO DE PIE, NUNCA DE RODILLAS” HOMENAJE A LA HEROICA CIUDAD DE EL ALTO

Luis Oporto, El Alto-Chuquiago, marzo de 2021

La ciudad de El Alto se extiende, inconmensurable, por la inmensa altiplanicie andina, incorporando cada día nuevas urbanizaciones a su dominio imparable. Está protegida por dioses tutelares, como el Illimani, el Huayna Potosí y el Mururata, testigos de su dramática y apasionante historia, que en su memoria larga nos lleva hasta la época prehispánica.

Cuando la hueste del Capitán Alonso de Mendoza, llegó hasta sus inmediaciones se encontró con “un valle salpicado de chozas indígenas sin orden alguno, resguardadas por gigantescos espinos, en los que moraban robustos aymaras de larga caballera y mujeres con la rueca en la mano, hilando constantemente, rodeados de apacibles rebaños de llamas y guanacos al cuidado de pastorcillos; matizaban el paisaje ligeras vicuñas que corrían en tropel por sus alturas y barrancos, y no faltó el gigantesco cóndor en el espacio”. Mendoza recibió al célebre cronista Pedro de Cieza de León, en noviembre de 1548 quien “le obsequió un excelente guisado de carne de guanacu” (Nicanor Aranzáes: Diccionario Histórico de La Paz. La Paz, Casa editora La Prensa, 1915: 669).

La Ceja del Alto fue puerta obligada de ingreso y salida de La Paz. Allí reposaban sufridos viajeros para recobrar fuerzas antes de emprender la marcha. En sus inmediaciones se asentaron los ejércitos indios de Túpac Katari y Bartolina Sisa, enfrentando a las milicias de José de Segurola e Ignacio Flores. Durante la Independencia, fue campo de batalla en el que tropas patriotas de Gabriel Antonio Castro y Manuel Cáceres, combatieron contra los ejércitos realistas de José Manuel de Goyoneche y Pedro Benavente, respectivamente.

Por ella salieron el 17 de abril de 1879, los 10.000 efectivos rumbo a Tacna, a enfrentar al enemigo que había invadido el Litoral boliviano. Allí hicieron su vivac las 700 plazas que marcharon hasta la Amazonía, en defensa del Acre, en 1900. Su topografía fue campo de experimentación de la aeronavegación, con las experiencias fallidas de los italianos Miguel y Napoleón Rapini (1913), los chilenos Luis O. Page y Clodomiro Figueroa y el aviador boliviano José Alarcón que falleció en el intento de levantar vuelo (Marcelo Ramos Flores: “Inicios de la aviación en El Alto, La Paz”, en Fuentes, 8 (34): 30-31. 2015), y la hazaña de Donald Hudson, que sobrevoló El Alto y La Paz, el 17 de abril de 1920, en su avión Wasp de 500 HP. En 1923 se fundó la Escuela Militar y Civil de Aviación (Johnny Fernández Rojas: “De la patria el alto nombre…. Referencias históricas sobre la ciudad de El Alto”, en Fuentes, Revista de la Biblioteca y Archivo Histórico de la Asamblea Legislativa Plurinacional. 7 (24): 11. 2013)

En su hábitat empezaron a construirse las primeras instalaciones de la Compañía de Ferrocarril Guaqui-La Paz y Arica-La Paz, a principios del siglo XX. El 15 de julio de 1933, durante la Guerra del Chaco, se fundó Radio Illimani, cuya primera emisión difundió los discursos del Presidente José Luis Tejada Sorzano, en sus instalaciones construidas en la Ceja del Alto (DaphnéL’Angevin: “Los inicios de la radio en Bolivia y la Guerra del Chaco. Radio Nacional –Radio Illimani (1929-1935)”, en Fuentes, (3): 4: 8-9. 2009)

Poco a poco fueron asentándose emprendedores comerciantes que atendían las necesidades de los viajeros y de los primeros pobladores de una pujante población, que compartían territorio con las haciendas “El Tejar” de la Familia Loza, “Yunguyo” de Rodríguez Balanza y “El Ingenio” de Castillo Nava (Marcelo Ramos Flores, op. Cit, p. 31). A ellos se suma Julio Tellez Reyes, “propietario de tierras en la zona sur de El Alto” (Johnny Fernández Rojas, op. Cit, pp. 12-13), quien tomó la decisión de urbanizar sus propiedades, dando origen a Villa Dolores, cambiando el curso de la historia de El Alto.

Los nombres de ese puñado de hombres y mujeres fueron recuperados para la historia (Entre ellos cita a Agustín Rodríguez, Justo colomo, Rogelio Olivares, Cayetana y Flora Luna, Filomena Aguilar, Néstor Sarmiento, mario siles, Isidoro Andrade, Juan de La Borda, Pelipe Ponce. Johnny Fernández Rojas, op. Cit, p. 11), paulatinamente se fue incorporando a la historia a los altopateños pioneros y visionarios. Gracias al esfuerzo de investigadores incansables van descubriendo los velos de esa historia heroica que exhuman los nombres de los fundadores de las primeras juntas vecinales de El Alto, proceso comprendido entre 1944 y 1948. La memoria colectiva apenas conservó los nombres de dos altopateños: Hilarión Camacho (Alejandro Quispe: “Reseña histórica de la ciudad de El Alto”. http://www.eabolivia.com/historia-de-la-ciudad-de-el-alto.html. 19/2/2015), fundador de la Junta de Vecinos de Villa Dolores (1945) y Manuel Chávez Ticona (Johnny Fernández Rojas, op. Cit, p. 13) de Alto Lima (1948). Sorprendentemente, en menos de una década, cincuenta mil vecinos se habían asentado en siete villas: Villa Dolores, Alto Lima, 16 de Julio, Los Andes, 12 de Octubre, Villa Bolívar y Villa Tejada. En 1982 sumaban 120 villas con 300.000 habitantes, y en 1985 alcanzaron a 142 villas con 400.000 habitantes.

Casi medio millón de habitantes carecían de servicios básicos, esenciales para la vida humana. Se debatían en el más completo abandono, ante la mirada indolente de la Alcaldía de La Paz y sin el reconocimiento de la Federación Departamental de Juntas Vecinales de La Paz. Ante esa situación insostenible, el 3 de julio de 1957, los dirigentes de las siete juntas vecinales de El Alto, fundan el Consejo Central de Vecinos de El Alto, con un propósito fundamental: “la creación de la Cuarta Sección de la Provincia Murillo con su capital El Alto”. Nunca hubo tal claridad política como en ese grupo de dirigentes alteños que ansiaban la autonomía municipal como la única solución a sus problemas estructurales.

La génesis de la ciudad más joven y populosa del Estado Plurinacional, se remonta a la lucha iniciada por un puñado de dirigentes cívicos alteños. La característica de esta urbe que se levanta airosa y desafiante en el Altiplano andino, es su fuerza social, que le da un sello propio, una imprenta social, con la que ingresa a la historia.

La epopeya de construcción de la identidad urbana de la ciudad de El Alto, tiene un hito fundamental con la ley de creación de la Cuarta Sección de la Provincia Murillo, el 6 de marzo de 1985 y la ley que eleva la población de El Alto a rango de ciudad, el 26 de septiembre de 1990.

Sus grandes conquistas, como el reconocimiento de municipio autónomo y la consecuente declaratoria de ciudad, forma parte de esa experiencia social. Las instituciones como la Universidad Pública de El Alto, que han sentado su sede en el Taipy Kala, la ciudad de El Alto, se deben a su propia fortaleza y su capacidad de movilización que ha doblado el brazo a los distintos gobiernos, constitucionales y legítimos, dictatoriales y autoritarios.

La línea del tiempo que dibuja su historia, se nutre con acciones de masa, que han cambiado el curso de la historia nacional, como fue la Guerra del Gas (2003), a costa del sacrificio de vidas humanas, cercenadas por las balas asesinas de las fuerzas policiales y militares del último gobierno neoliberal, que a los pocos días tuvo que salir del país.

Fue en El Alto donde la población movilizada exigió el referéndum para definir el destino del gas, que luego fuera nacionalizado el 1° de mayo del 2006, y la convocatoria a la Asamblea Constituyente, que en febrero del 2009 entregó un nuevo texto constitucional.

Ante la crisis política que eclosionó el 10 de noviembre de 2020 con la renuncia forzada del presidente Evo Morales, la población alteña movilizada salió en defensa de la Wiphala, ultrajada por mandos policiales y exigió la renuncia de la presidenta del gobierno de facto, Jeanine Añez.

El 15 de noviembre, el régimen transitorio ordenó a las fuerzas militares aplastar el movimiento de protesta que impedía la salida de cisternas de la planta de Senkata, con el saldo trágico de 11 muertos y 120 heridos, en el episodio conocido como la “Masacre de Senakata”.

Gran parte de la historia del país se define en las calles y arterias de la pujante ciudad de El Alto. Cuando sus pobladores se movilizan, los gobiernos tiemblan en sus cimientos y se apresuran a responder a sus demandas.

El Alto es una ciudad generosa que recibe con brazos abiertos a ciudadanos que migran de otras regiones del país y de otros países. Su fuerza gremial, industrial y empresarial, genera riqueza para el bienestar del país entero. En su interior se desarrolla un microcosmos de dinámica productiva, educativa y cultural.

¡Jallalla, ciudad de El Alto….!