Sacaba y Senkata: Noviembre en la Memoria. Un libro que Luis Fernando Camacho debería leer

Marzo de 2023

Dos frases definen el golpe de Estado de noviembre de 2019 y al gobierno de facto, producto de la sucesión inconstitucional que llevó a la presidencia a Jeanine Áñez: “Iban a hacer volar la planta de Senkata” y “se dispararon entre ellos” (puente Huayllani, Sacaba). La mentira es la base de sustentación ideológica de los especialistas en la construcción de narrativas que fundamentalmente circulan por las redes sociales, con el propósito de penetrarlas y posicionarlas en el imaginario colectivo. Así fue que se decidió “defender” la planta de YPFB y criminalizar a esos salvajes que se disparaban por la espalda con el propósito de convertir en culpables a policías y militares. Así fue que intentaron salvar responsabilidades. Al final de cuentas, los asesinos quedaron al descubierto y en plena evidencia.

¿Quiénes iban a hacer volar la planta de Senkata? Respuesta concluyente e indiscutible: las hordas salvajes. ¿Quiénes se dispararon entre ellos, como dijo el ministro de la Muerte, Arturo Murillo? Respuesta concluyente e indiscutible: las hordas masistas.

Salvajes y masistas. De esta manera comienza el ataque inmisericorde contra los cuerpos y las cabezas de quienes salieron a oponerse a la renuncia-derrocamiento de Evo Morales. No son personas, no son seres humanos, son como señala cualquier diccionario un “grupo de gente que obra sin disciplina y con violencia”. Digamos, un rebaño que camina por donde el pastor lo guía. El expresidente del Comité pro Santa Cruz, Rómulo Calvo, sabe mucho de este lenguaje. A no olvidar que para él, todos esos “masistas de mierda” no son otra cosa que “bestias humanas”.

La publicación de Sacaba y Senkata: Noviembre en la memoria (Letras e imágenes de nuevo tiempo), a cargo de la Fundación Cultural del Banco Central de Bolivia no podía ser más oportuna como punto de inflexión para que quede contundentemente transparentado quiénes fueron en realidad los que dispararon, qué órdenes recibieron y de qué manera están convencidos de haber “pacificado el país” con la promulgación de un decreto (4078) que se constituía en la carta blanca para abrir fuego contra la población civil armada de wiphalas, palos y piedras y cuál era el tono gubernamental de Áñez y sus secuaces para generar un disciplinamiento, so pretexto de combate al coronavirus, con tropas militares patrullando las calles en carros blindados. Desde que se acabara el gobierno de facto (noviembre de 2020) ya no circulan por mi zona camionetas con efectivos ataviados con uniformes de camuflaje que con su amenazante presencia me devolvieron a mi infancia de los años 70 cuando el Gral. Banzer mandaba y perseguía a subversivos del Ejército de Liberación Nacional (ELN) para hacerlos desaparecer bajo el paraguas del Plan Cóndor.

Sacaba y Senkata: Noviembre en la memoria es un libro de 600 páginas que contiene materiales generados a partir de convocatorias a concursos. Es un libro de libros. Figuran en él los trabajos que obtuvieron los primer y segundo lugares en las categorías de ensayo, cuento, poesía, dramaturgia, fotografía testimonial y fotografía artística. Sus autoras y autores escriben con el fuego de la indignación y la palabra precisa en cada género. En formato grande (tamaño carta), papel ahuesado y para las fotografías en couché blanco, es la primera gran publicación acerca de una constante en nuestra historia colonial y republicana, la de la desaparición forzada o la eliminación física de quienes se atrevieron a salir a las calles para reafirmar y defender un ideario de vida, y en ese intento se les fue la existencia misma, producto de una despiadada represión por aire y tierra, ordenada y coordinada logísticamente por el entonces comandante de la Fuerza Aérea, Gonzalo Terceros, y varios de sus colegas del Alto Mando Militar del Ejército. Golpistas, y como si no fuera suficiente, carniceros, masacradores del pueblo.

Paloma Gutiérrez (segundo lugar en poesía sobre Senkata) resume perfectamente lo acontecido: “Informes de un día/ de un martes de muerte/Informan que fueron 9/ 9 hombres menores de 39/ Autopsias confirman/ la causa de muerte/ Los 9 por bala/ Masacre que espanta/ Informes de un día/se huele la muerte/ Ni el gas lo impedía/ Senkata lo siente/ Ministros que mienten / ocultan la muerte/ Sus balas mataban/ de frente y con saña/ Informes de un día/ informes de muerte/ Golpismo fascista/ racismo candente.”

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Escrito por hacedores de la palabra de generaciones jóvenes, contiene textos que van desde las lectoescrituras de ese momento político de crisis estatal, el recuento crítico de los daños y las tragedias familiares (ensayos) como consecuencia de las masacres, hasta las formas creativas del cuento, la dramaturgia, la poesía y un conjunto de fotografías que registran las convicciones, el dolor, la lucha y la violencia institucional que nuevamente ponen de manifiesto, como ha sucedido a lo largo de nuestra historia, quiénes son los masacradores y bajo las órdenes de quiénes actúan. En este contexto, sería bueno hacerle llegar un ejemplar hasta Chonchocoro a Luis Fernando Camacho, el que obtuvo la ayuda de papá, para que los militares se cuadraran en contra del poder constituido, violentando las leyes y los cuerpos y almas de esas hordas masistas y salvajes por las que hoy continúan llorando desconsolados, padres, madres, abuelos, abuelas, hijos e hijas. Ahora que está alojado en una pequeña habitación que no se parece en nada a una celda carcelaria, Camacho podría comenzar con este libro a conocer la historia de Bolivia, ese país al que desconoce y en el fondo desprecia, desde esas ínfulas de karayana que lo definen. Si hay una condena de la que no hay escapatoria es la de la palabra que se transforma en historia y en memoria popular.